“¿Cuantas vueltas ha dado el mundo para que hoy esté aquí?” Fue lo que pensé al ver a mi familia charlando, dándome cuenta que ambos lados de mi familia (Lado de papá y lado de mamá) se conocían desde mucho antes. Siendo unos amigos a causa de negocios, cercanos por círculos sociales u otras razones.

¡BUM! La pirotecnia resonó e iluminó la madrugada del 1ero de Enero, se escucharon los susurros de la familia al pedir porque se cumplan sus deseos para año nuevo.

Leer novelas, ver series y películas en la tv y en el cine es ser espectador, no solo del desarrollo de una trama, sino, también, de un dialogo orquestado.

Una oración respondida excelentemente por otra, una retroalimentación verbal con resultados reflexivos. Así sea en una disputa, las respuestas de un personaje a otro acabarán en una situación que te llevará a reflexionar sobre varios aspectos de ti. Te llevará a pensar en conversaciones pasadas (o discusiones) que si hubieses respondido de forma más inteligente, quizá no hubiesen desenlazado en situaciones que no deseabas o esperabas.

A diario, situaciones fuertes se presentan, quizá no a nosotros, pero sí a otras personas.

Sí, tengo sueño, no me he ido a dormir por estar escribiendo y por no estar conforme con las horas que me entrega el día.

Muchas razones hay para tragarse el sueño y seguir despierto. A unos no les deja dormir un “boom” creativo que termina levantándolo de la cama, hasta que este sea drenado. A otros el exceso reflexivo le hace dar mil vueltas en la cama hasta casi ahorcarse con la manta. La adicción lleva a unos cuantos a ver el amanecer, por gracia de los videojuegos, por el poderoso gancho de un libro bien trabajado, por el alcohol (Si es que el consumidor aún tiene conciencia para ver cómo sale el sol). Una ilusión, un amor o un mal amor es abismalmente más efectivo que un buen par de tazas de café; horas perdido en un sueño consciente o ensimismado autoevaluándote.