Leer novelas, ver series y películas en la tv y en el cine
es ser espectador, no solo del desarrollo
de una trama, sino, también, de un dialogo orquestado.
Una oración respondida excelentemente por otra, una
retroalimentación verbal con resultados reflexivos. Así sea en una disputa, las
respuestas de un personaje a otro acabarán en una situación que te llevará a
reflexionar sobre varios aspectos de ti. Te llevará a pensar en conversaciones
pasadas (o discusiones) que si hubieses respondido de forma más inteligente,
quizá no hubiesen desenlazado en situaciones que no deseabas o esperabas.
Pero esos diálogos son completamente ajenos a la realidad.
Todos quedamos pensando en esos intercambios de palabras tan elocuentes y su
reflexión en trasfondo hasta terminar adoptándolo, sin darnos cuenta que
estamos tomando esa reflexión como algo verídico. No reflexionamos acerca de la
reflexión, tomamos la palabra de otra persona como nuestra.
¿En qué termina esto? Niños creyéndose sabios por repetir
frases de poder, sin notar que no están pensando, sin notar que solo repiten
palabras de otra persona.
El dialogo de la realidad baila a destiempo. Interrupciones en
medio de una conversación, charlas que no llevan a ningún lado, discusiones absurdas
y ofensivas. Pero entre tantas palabras, pensamientos absurdos y reflexiones
nulas ¿Cómo saber si en verdad hablamos con una persona de pensar individual?
Pues, fácil, sus decisiones, acciones y actitudes no estarán a nivel de sus
palabras.
Se necesita carácter y madurez para mantener una postura
acorde al pensar, no se trata de hablar como si tuvieses la respuesta de la
vida entre tus conocimientos. El pensar, hablar y actuar de una persona es su
identidad. Ejemplo ¿De qué te serviría decir que, ante una partida, solo debes
dejarlo ir y con tus acciones demuestras una súplica por su regreso?
Lo que sucede es que, a través del tiempo, ha habido una mala
práctica espantosa: Que el pensar solo queda en la cabeza, que la voz (y la
palabra) solo se usa para hacer chistes, decir cosas que otros quieren escuchar
y hablar de necesidades. Y que nuestras acciones no deben estar ligadas a estas
dos.
El pensamiento y la expresión forman al individuo. Cuando
falla la relación entre ambos, aparece el problema de identidad, la doble
moralidad, la necesidad de aceptación; la inseguridad.
Es hora de expandir esa reflexión adoptada, no sólo repetir
palabras, y tener carácter para aplicarla.
Y tú, mi lector ¿Cuándo fue la última vez, y cómo
contrariaste a tu pensar?
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